A veces toca parar
A principios de 2014 tuve que entregar mi borrador final de la tesis del doctorado. No dormí bien en semanas, me mantuve mucho tiempo frente al monitor, releyendo mis notas de campo, repasando lecturas y tratando de ordenar mis ideas de tal forma que tuviera sentido aquello que escribía. Me sentía agotada, sólo salía para ir a dar una clase que tenía a las siete de la mañana y regresaba a casa a seguir trabajando desde el mediodía hasta cerca de las 2 a.m. En realidad fue un ritmo que no me parecía extraño, interrumpía para comer con mi pareja, para hablar por teléfono con mi familia y ocasionalmente para platicar con alguna amiga por chat. Digo que no me parecía extraño, porque fue un ritmo que llevaba desde el 2011 cuando renuncié a la universidad y me fui a hacer el doctorado. Durante el período inicial tuve mi primer ataque de ansiedad, por fortuna fue el único (pero esa es otra historia).
Regresemos a 2014.
Finalmente envié mi último borrador de la tesis, era lunes, me acuerdo, porque al siguiente día tenía que ir a impartir clases. Eran las 9 de la noche, mi pareja me llamó a cenar y dije “dame cinco minutos, estoy por mandar al fin el borrador”, lo envíe, me levanté después de una jornada maratónica y justo unos minutos más tarde me empezó a doler un costado del abdomen.
Imaginé que era algo pasajero y cené ligero, pensé que estaba cansada nada más. En realidad no fue así. Pasé una noche en vela y a las 6 a.m. mi pareja me llevó al hospital, en el camino les mandé un mensaje a mis estudiantes avisando que no iba a llegar a clases y preocupada por que no podría asistir a presentar mis avances al comité de tesis. El dolor se hizo insoportable, después de varios estudios, me dijeron lo que significaba esa extraña punzada en el costado. Diagnostico: apendicitis, remedio: intervención quirúrgica.
Este prolegómeno es para contarles como ignoré mi cuerpo, cómo el estrés por las entregas tuvieron un impacto tangible en mi cotidianidad y cómo desde ese momento revalué mi vida en la academia. El resultado de la reevaluación fue: ninguna entrega, ningún avance, ningún paper es más importante que mi salud. Es importante escuchar al cuerpo.
Ciertamente existen otros momentos que han contribuido a pensar la relación sobre mi salud física y emocional con la academia en general. En 2017 hubo sismos muy fuertes en México, el más intenso fue el del 19 de Septiembre. Estaba en el tercer piso de un edificio de la universidad impartiendo clases, fue un gran susto. Pero el verdadero impacto vino después. Cuando hubo que lidiar con las consecuencias: la universidad cerrada, muchos de los estudiantes con perdidas materiales y colegas con miedo de regresar a las aulas. Lidiar con el estrés y con el agotamiento derivado de estas situaciones, tratar de normalizar la vida académica y recuperar a las ganas de escribir, fueron tareas que llevaron su tiempo.
En los momentos actuales, hay que renegociar nuevamente y establecer límites para una relación más saludable con la vida académica. En las universidades de México, dependiendo del sistema en que se encuentren, han terminado los cursos de primavera y empezado en algunas otras, un período de verano virtual. Todo esto por una pandemia global que continua y cuyos efectos son devastadores, sobre todos para aquellos quienes viven en condiciones más precarias. Las jornadas de distanciamiento social, el confinamiento, el estrés y muchas veces el cuidado extensivo de otros, hacen que las personas vean mermada tanto su salud mental como física.
Muchas investigadoras y profesionales de la educación superior en estos tiempos, tuvimos que realizar algunas entregas de avance, revisiones y sacar a tirones las palabras, para llenar páginas, preguntándonos a veces ¿para qué? ¿cuál es el punto? Lo primero: tus palabras importan, tienen sentido porque las investigaciones dan pistas para entender el mundo y dar alternativas de cambio. Sin embargo, también hay que cuidar de nosotras.
Cada persona vive un contexto diferente, por lo cual no hay formulas concretas. Pero en la medida de lo posible, hay que reevaluar que somos capaces de hacer. Vivimos en tiempos extraordinarios y a veces hay que tomarnos una pausa del trabajo académico, ya que para muchos las responsabilidades de cuidado cambiaron. Porque a veces las tareas de gestión no pararon, pero hay que adaptarse. A veces necesitamos tomarnos una pausa porque la situación económica empeoró o porque los planes de trabajo de campo, de estancias, etc. cambiaron. Todo cambió.
En ocasiones hay que tomar una pausa y otras hay que pedir ayuda si te sientes agobiada. Es importante que lo hagas y espero que encuentres apoyo. Cada una estamos experimentando circunstancias personales que se agravan por situaciones sociales, económicas y políticas (el escenario social es sobrecogedor) y justo por ello, nadie debe sentirse presionada para cumplir todas las exigencias de productividad que tenemos en situaciones convencionales.
Sin embargo, en momentos que parece que todo escapa de nuestro control, para muchas la escritura es la forma de retomar rutina y abrazar nuestra identidad en la academia. Si es así, escribe y por favor, no te detengas. Si por el contrario, decides detenerte, hazlo sin culpa. Situando nuestra escritura para entender la realidad. Considerando que nuestro trabajo académico está hecho en un contexto generizado que hace que las mujeres dediquen más tiempo a las tareas del cuidado, que las exigencias académicas no son las mismas para quien cuenta con apoyo institucional, como para quienes no lo tienen, hay que pausar y entender que estos procesos se retomaran cuando sea el tiempo de hacerlo y seamos amables con nosotras mismas. Espero también que encontremos espacios de contención, al menos de forma virtual y el apoyo para seguir escribiendo en estos tiempos difíciles.
Antes de irme, les dejo dos recomendaciones (ambas en inglés) por ahora que podrían ayudar, la primera es “Entendiendo la salud mental en el ambiente de investigación” y el segundo es un blog llamado “Voces de la academia” dedicado exclusivamente a combatir, como explican, la “cultura del silencio” sobre las enfermedades y la salud mental en espacios académicos y proveer un espacio seguro para compartir experiencias desde la diversidad.
¿Haz pensado alguna estrategia para sobrellevar la escritura académica en esta “nueva normalidad”? Por favor, comparte tus experiencias vía correo electrónico o por mensaje directo a mis redes sociales.
Agradezco el tiempo que has dedicado en leerme y nos vemos la próxima semana.